Foto: Carlos Rivero.
Me corroe el afán
de perseguir la luz de las tardes,
de atraparla furtivamente por sorpresa
mientras trepa lenta por las amarillas fachadas
sorbiendo despacio el frío del cemento
hasta dejar claros, relucientes y brillantes
los nervios caminos de entre los ladrillos.
¡Ah!
Pero es tan lenta la pluma
y pasa tan veloz la luz del día.
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